Pasajeros al tren
"¡Pasajeros al tren!" llamaba un señor con pelo blanco en las sienes y una banderola roja en la mano. Desde la ventana de mi compartimento es dificil concentrarse en el verde de la tierra con la familia del niño plasta, así que salgo al pasillo, para ver como los eucaliptos pasan enfrente de mi a toda velocidad. Asoma al pasillo una chica con chandal y botas de media caña, cuando hablamos de la Catedral de Santiago se le notan la lágrimas en los ojos. "Perdona", me dice, "es que aún me emociono pensando en ello". Cinco minutos más tarde está durmiendo en su litera, de lo reventada que está.
Sigo en el pasillo, cuanto más nos acercamos a Lugo, más se va notando el rastro de los incendios. Es una verdadera lástima esta catástrofe. No obstante, sigo en la ventana del pasillo. Veo como una hija entra en su casa por la ventana con una escalera. Una piscina preciosa en un vallecito verde lluvia. El sol ponerse en Campos de Castilla, y pensar en el color trigueño. En el vagon-cafetería, me siento con un café y un libro, que queda cerrado durante una divertida conversación sobre tipos de flequillos y peinados extraños con una estudiante de peluquería. La cena también transcurre allá y el libro sigue cerrado. Al caer la noche, la litera se me convierte en un paraiso, dejo el disco de Chet Baker en el Discman y me duermo con Funny Valentine.
Me despierto con los monegros pasando a toda velocidad por el resquicio de ventana que deja ver la persiana. Vuelvo a dormir. Ya estamos en Lleida, y la peregrina pasa a despedirse. Suerte, y sigue mirando por las ventanillas. Me lavo los dientes y voy a por mi café, compartido con mi peluquera favorita, que ya tiene decidido mi flequillo. Sobre mi cadaver. Llego a casa dos horas más tarde, y me pregunto... porqué no viajo más en tren?
Sigo en el pasillo, cuanto más nos acercamos a Lugo, más se va notando el rastro de los incendios. Es una verdadera lástima esta catástrofe. No obstante, sigo en la ventana del pasillo. Veo como una hija entra en su casa por la ventana con una escalera. Una piscina preciosa en un vallecito verde lluvia. El sol ponerse en Campos de Castilla, y pensar en el color trigueño. En el vagon-cafetería, me siento con un café y un libro, que queda cerrado durante una divertida conversación sobre tipos de flequillos y peinados extraños con una estudiante de peluquería. La cena también transcurre allá y el libro sigue cerrado. Al caer la noche, la litera se me convierte en un paraiso, dejo el disco de Chet Baker en el Discman y me duermo con Funny Valentine.
Me despierto con los monegros pasando a toda velocidad por el resquicio de ventana que deja ver la persiana. Vuelvo a dormir. Ya estamos en Lleida, y la peregrina pasa a despedirse. Suerte, y sigue mirando por las ventanillas. Me lavo los dientes y voy a por mi café, compartido con mi peluquera favorita, que ya tiene decidido mi flequillo. Sobre mi cadaver. Llego a casa dos horas más tarde, y me pregunto... porqué no viajo más en tren?