miércoles, junio 21, 2006

esta noche... otro cuento.

En otra vida y en otro tiempo, vivía yo en la región de Q-huan, en la china septentrional, cerca de Mongolia. Vivíamos contínuamente acosados por las tropas del caudillo Gengis, quien acumulaba cadáveres y triunfos para aunar en sí el título de Khan, o jefe de todos los clanes mongoles. En los últimos meses nos hostigaban contínuamente y trabajar en el campo se convertía en una lucha por la supervivencia.

Una noche, lluviosa como son las noches en que acontecen los relatos excepcionales, como éste, volvía tras la jornada de recolcción. Las lluvias abundantes son un milagro para nosotros, y los arrozales eran un hervidero de tallos. Aquel día llevaba yo todo mi saco lleno de arroz, que se tensaban los tejidos, cercanos a ceder. De entre la cortina de lluvia apareció un palanquín, uno de los llamados rickshaw en la lejana Beijing. Los tejidos del mismo eran suntuosos y por los trajes de los lacayos, supuse que se trataba de un señor ciertamente importante, que intentaba abandonar la ciudad antes de que los mongoles le quitasen más que sus posesiones, la vida.

De las cortinas, una mano fina y cuidada, con un anillo imperial, salió sin prisas y las apartó, para que yo pudiera ver al propietario de la misma. Hede confesar que la lluvia y mi cara contra el fango me impedían ver demasiado, pero solícitamente supliqué: "me honrais con deteneros por un mísero campesino como yo, señor, en vos recaigan todas las bendiciones del cielo". La voz del mismo, una de esas voces sin costumbre de ser contrariadas, me dijo "Campesino, dáme algo".

¿Cómo? Huyendo en medio de la noche, lleno de todos los sellos del imperio, hasta los calzones de seda milenaria, y ¿pretendía que le diese algo? Lleno de ira y de miedo, abrí mi saco y puse en su mano extendida tres granos de arroz. Cerró la mano, y, sin señas ni despedida, se cerró la cortina y el palanquín se esfumó tan rápido como había llegado. Con las mejillas ardiendo de indignación bajo la lluvia corrí hacia casa a contárselo a mi esposas e hijos. Al abrir la puerta de la choza, les llamé y reunidos en el suelo de polvo les expliqué la historia, tal y como os la cuento hoy a vosotros. Mi hijo, Xan, famélico abrió el saco de arroz a media historia para saciar su hambre, y, con ojos como platos me pidió que mirara en su interior.

En el fondo del saco había tres pepitas de oro del tamaño de un grano de arroz.

Cuán amargamente lloré por no haberle dado todo el grano.

10 Comments:

Blogger Princess Valium said...

Nunca sabrá que habría pasado si llega a darle más granos de arroz.
La dignidad y la necesidad de alimentar a aquellos que él ama, quedó por encima de todo lo demás.
Un petó

9:05 a. m.  
Blogger Willow said...

Creo que cualquiera hubiera actuado como el campesino, la generosidad suele ir en relación con la necesidad propia y la del que nos pide algo...

Besos llenos de sueño...

12:09 p. m.  
Blogger nube de colores said...

Me encantan los cuentos chinos.

1:25 p. m.  
Blogger pez said...

Los que tienen poco suelen ser los que dan lo que tienen sin pedir por ello nada.

5:47 p. m.  
Blogger el santo job said...

Princess, no me lo había planteado así. No es una mala manera de enfocarlo. Tomo nota =) Otro petó

Willow, a ver si dormimos un poco más y salimos un poco menos. La verdad es que tienes razón con lo de la necesidad. Besos.

Nube de colores, si te fijas, hace no mucho, también puse un cuento. Espero que te guste. Un beso.

Pez, en eso tienes toda la razón, pero... y si el que te pide es un rico?

7:44 p. m.  
Blogger •car- said...

lindo blog =)

gracias por pasar por el mio..

nos veremos mas seguido por el bloggernet:P



saludos

8:47 p. m.  
Blogger Shh... said...

mi abuela siempre decía que ella recibía mucho del mundo porque era generosa con todos :)
un besito deportista de zona universitaria!!!! ;)

10:10 p. m.  
Blogger Naxo said...

Interesante cuento sobre la importancia del saber compartir. Las personas que ofrecen desinteresadamente sus cosas a los demás, despues reciben su recompensa cuando menos se lo esperan.
Un abrazo de arroz! jaja

11:49 p. m.  
Blogger pqueno said...

y dar aquello q más necesitaba...

abrazos ausientes desde el norte

1:54 p. m.  
Blogger sergisonic said...

su hijo, xan, estaba famélico. ¿y si esos tres granos ya son señal de saber compartir?

saludos sónicos

9:24 p. m.  

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