Cuando llegue mi hora

Me atragantaba, algo no me dejaba respirar y a mi alrededor solo oia pitidos incomprensibles, me notaba rodeado de tubos y veia luces que destelleaban en el silencio. Poco a poco empecé a notar que me iba, quería gritar, quería llamar la atención de alguien, quería que alguien apareciese, pero solo el silencio de aquel cuarto de hospital sería testigo de como me iba, sin más, en un horrible silencio...


... me he despertado en mi cama. Con la frente sudada, tiritando frío y algo que se me atragantaba en el cuello, quizás miedo, a esas habitaciones de hospital, de la que desde luego, no guardo un buen recuerdo....

y he decidido que a mi no me van a pillar. Quiero que mis últimos estertores sean en la cama de mi casa. Nada de hospitales. Que alguien seque el sudor de mi frente con un paño mojado. Que las vecinas recen en la habitación de al lado. Que mis hijos reciban a todos los amigos, conocidos y enemigos que vengan. Que mis compañeros de mus me traigan una corona de flores. Que el cura venga a aplicarme los santos oleos cuando ya no quede más salvación que la divina. Que una mujer cierre mis ojos y me dé el último beso en los labios. Que se encarguen de mi cadaver con seca profesionalidad. Que mis hijas lloren cuando se lleven el cuerpo.

Quiero una muerte que huela a muerte. No a analgésicos.

(si es posible)



(suena, Little 15 de Ulrich Schnauss)