Esta noche, un cuento.
Se llamaba Han Nung Seng, y era Emperador.
Hacía 20 años que sus pies no tocaban otro suelo que el de su jardín zen, o que sus manos tenían que tocar algo que no fuese su espada, sus mujeres o su sello imperial. Sus mujeres le acercaban los más exquisitos manjares a la boca. Sus escribas daban forma a todos sus pensamientos. Sus criados portaban su trono con él encima por todo el palacio. Todo su gobierno se plegaba ante el uso de su sello.
Una noche como la de hoy, en la que la luna estaba llena y del color de la sangre, paseaba por su jardín zen de arena y rocas en solitario. Sus pasos deshacían los dibujos que monjes y viento trazaban todas las mañanas en la arena. Sus ojos se perdían en las estrellas. Tantas como granos de arena, pensó. Ese pensamiento llevo su mirada al suelo. Y con su mano derecha cogió un puñado de arena. La arena se escapaba de sus dedos como siempre hace. Y el emperador quedó pensativo.
Al día siguiente mandó construir una gran presa en el interior del país para encerrar todo el agua del principal rio del reino.Mandó erigir una gran muralla en el este para detener el viento. Hizo exclusas en el mar para alejarlo de la costa. Empezó a retirar la nieve de las cimas de las montañas. Y pidió planos para construir una torre tan alta que le permitiese tocar las estrellas.
Diez años pasaron.
Todo el país había sido cambiado. Si mirabas desde lejos el principal rio del país estaba apresado, el viento del este no circulaba ya más, el mar no besaba las costas del imperio, no quedaba nieve en las montañas. Y una torre se dirigía sin fin hacía el cielo. El emperador hizo llevar su trono por todo el imperio para mirar de cerca las obras. Vio como el agua del rio se convertía por las noches en fria bruma y escapaba a su encierro, vio como el viento se comía cada día un poco de la muralla y ya la atravesaba por algunas grietas, probó el sabor salado del agua del mar que salía al exterior al cavar en las playas y que venía del otro lado de las exclusas. Aunque se retiraba toda la nieve de las montañas, ésta volvía a caer. Y la torre no acababa de llegar a las estrellas aunque se perdía en el cielo y los ojos de un hombre no atistaban ya su fin.
Han Nun Seng renunció a su trono y lo puso en manos de su hijo mayor.Durante muchos años vago solo, como un mendigo, por su imperio.
Bebió las aguas de los rios.
Lavó su rostro curtido por el viento del este con la nieve de las montañas.
Se baño en el mar y navegó por él.
Caminó tanto y tan lejos que al final tuvo que hacerse unos zapatos con suelas de piedra pues rompía todos los demás.
Un otoño, mucho tiempo después, en una noche de luna llena que brillaba con los tonos del cinabrio, volvió a su antiguo palacio. Deshizo con sus zapatos de piedra los dibujos del jardín zen de arena y rocas, y se quedó parado en medio de éste mirando al cielo.
Sonrió.
Estiró su brazo.
Y cogió una estrella.
Hacía 20 años que sus pies no tocaban otro suelo que el de su jardín zen, o que sus manos tenían que tocar algo que no fuese su espada, sus mujeres o su sello imperial. Sus mujeres le acercaban los más exquisitos manjares a la boca. Sus escribas daban forma a todos sus pensamientos. Sus criados portaban su trono con él encima por todo el palacio. Todo su gobierno se plegaba ante el uso de su sello.
Una noche como la de hoy, en la que la luna estaba llena y del color de la sangre, paseaba por su jardín zen de arena y rocas en solitario. Sus pasos deshacían los dibujos que monjes y viento trazaban todas las mañanas en la arena. Sus ojos se perdían en las estrellas. Tantas como granos de arena, pensó. Ese pensamiento llevo su mirada al suelo. Y con su mano derecha cogió un puñado de arena. La arena se escapaba de sus dedos como siempre hace. Y el emperador quedó pensativo.
Al día siguiente mandó construir una gran presa en el interior del país para encerrar todo el agua del principal rio del reino.Mandó erigir una gran muralla en el este para detener el viento. Hizo exclusas en el mar para alejarlo de la costa. Empezó a retirar la nieve de las cimas de las montañas. Y pidió planos para construir una torre tan alta que le permitiese tocar las estrellas.
Diez años pasaron.
Todo el país había sido cambiado. Si mirabas desde lejos el principal rio del país estaba apresado, el viento del este no circulaba ya más, el mar no besaba las costas del imperio, no quedaba nieve en las montañas. Y una torre se dirigía sin fin hacía el cielo. El emperador hizo llevar su trono por todo el imperio para mirar de cerca las obras. Vio como el agua del rio se convertía por las noches en fria bruma y escapaba a su encierro, vio como el viento se comía cada día un poco de la muralla y ya la atravesaba por algunas grietas, probó el sabor salado del agua del mar que salía al exterior al cavar en las playas y que venía del otro lado de las exclusas. Aunque se retiraba toda la nieve de las montañas, ésta volvía a caer. Y la torre no acababa de llegar a las estrellas aunque se perdía en el cielo y los ojos de un hombre no atistaban ya su fin.
Han Nun Seng renunció a su trono y lo puso en manos de su hijo mayor.Durante muchos años vago solo, como un mendigo, por su imperio.
Bebió las aguas de los rios.
Lavó su rostro curtido por el viento del este con la nieve de las montañas.
Se baño en el mar y navegó por él.
Caminó tanto y tan lejos que al final tuvo que hacerse unos zapatos con suelas de piedra pues rompía todos los demás.
Un otoño, mucho tiempo después, en una noche de luna llena que brillaba con los tonos del cinabrio, volvió a su antiguo palacio. Deshizo con sus zapatos de piedra los dibujos del jardín zen de arena y rocas, y se quedó parado en medio de éste mirando al cielo.
Sonrió.
Estiró su brazo.
Y cogió una estrella.
PS: este cuento se lo contaría a los que a veces no consiguen conciliar el sueño. A los que tienen frío por la noches y también por la mañana. A los que se sienten, en suma, como pequeñas colillas. Un abrazo a tod@s.
A ver si hoy no me ataca el insomnio y puedo coger una estrella también...
Gracias por tu cuento ;-)
Qué bonito!!!! :)
Gracias por esa estrella!!!!
Un besito niño
Reality, de nada por la estrella. Suerte con el insomnio, y si encuentras remedio, avisa!
Najwa, del mismo modo, de nada por la estrella. La verdad es que la historia no es mía, es de un viejo conocido, pero, a que es ideal para contar en las noches de luna llena?
vaya que si es ideal, para contarla y escucharla mil veces...
¿Me la prestas para el próximo cuentacuentos?
Pero qué estrella más linda que me acabas de regalar... y el frío que pasa, y el insomnio que se asusta, y las colillas que resurgen de sus cenizas ;) Un abrazote grande. Gracias.
digler, solo tienes que entrar en este blog y la podrás leer una y mil veces.
maga, te la presto, peroe s como quien presta un CD de un amigo. Trátalo con cuidado!
yosigoaquí, de nada por la estrella. Creo que ya formas parte del club de las colillas, verdad Reality? Suerte con el cubo y la pala!
AL leer la historia pense que habia perdido el sentido de su palacio y su imperio e intentaba hacer un jardin zen en su imperio.
"he tocado las estrellas, me dijiste susurrando, y tenías cicatrices, q podían demostrarlo"
es de maga (el grupo) y creo q le pega
abrazos elípticos desde el norte
Es más fácil coger estrellas de lo que se piensan... Hay algo que brilla en tus palabras =)
Saludos.
eres bueno
un saludo
Es un honor ;) Las excavaciones bien, gracias. Ya sabes que te mantengo informado
This is very interesting site... » »