lunes, febrero 20, 2006

Café para todos

Llovía perros y gatos. Ella, preciosa como siempre, avanzaba mientras yo intentaba no meter los pies en los charcos. El repiqueteo de sus tacones contra la acera me guiaba entra aquella capa de agua hacia adonde ella se guiaba. Lejos de aquel bar donde llevaba lunes pasando a verla, solo por verla. Esbozando unos pasos de baile, acabé con el zapato en un charco que no era tal charco sino una bonita boca de alcantarilla rebasada. Jurando en arameo, miré en rededor y ya no la oía, así que me guié por la pared para llegar hasta la calle principal. Mientras me secaba con el dorso de la mano, inútilmente, intentando evitar que la lluvia me cegase, intuí una voz que gritaba "¡Taxi!" Es curioso porque su voz ya no era un grito, era esa voz que me seguía hechizando, hasta para cosas tan banales.

Entonces, eché a correr. Hacia adonde había sonado, que parecía cerca, y a la vez tan lejos, a ese mundo tan inaccesible para mí. Todo lo que llegué a ver fué el culo de un coche, alejándose, pero, lo que llegué a intuir fueron dos ojos verdes mirándome desde la ventana de atrás del coche, entre divertidos y ardientes, entre curiosos y sugerentes. Y prometo que nunca he necesitado tanto una cerveza bien fría, mientras me quedaba solo en aquella calle enorme y vacía, empapado y solo.

Justo como empecé el día.

1 Comments:

Blogger Karen G. Rodriguez Montiel said...

Quizá el próximo lunes... esa mirada que te cautivo, te haga compañia en algun café ...

Solo es cuestión que la alcances antes de que suba al taxi. :)

10:59 p. m.  

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